En junio empezó, se consolidó en julio y agosto: una crisis rara.
En junio empezó, se consolidó en julio y agosto: una crisis rara.
Tiendo a viajarme al pasado.
Me atoro con facilidad en mis recuerdos, al revisar mis diarios, o escuchar canciones, repetir películas o recorridos… y lo digital no es una excepción:
Ayer me llegó un correo de “Mis Rutas” de Google maps. En ese momento recordé la idea de entregarme al presente, lo que no me es muy fácil por mi compulsión a tomar como referencia el pasado e idealizarlo para distraerme de mi ahora.
Tu mejor consejero es tu cuerpo.
Insomnio, taquicardia, lágrimas, malestares estomacales, temblores, comezón, contracturas…
Son elementos que ilustran algo pendiente, y sí se acentúan, por lo general tratan de protegernos o ubicarnos.
“Fluye”,
“suelta”,
“confía”.
Son intenciones que me parecen liberadoras, pero si me obligo a experimentarlas, generan lo opuesto:
Me pongo a analizar de más, me pasmo o hago movimientos torpes.
En una noche de insomnio en la que me ponía cada vez más ansioso pensando en temas de pareja, de salud y económicos, me ayudó a romper esa inercia paranoica una triada:
perdonarme, celebrarme o agradecer…
Considerado el texto anterior, ahora propongo una medida concreta que posibilita la certeza al respetar un proceso de incertidumbre.
La idea la tomé de un paciente que terminó una relación y se hundió…
Empezó su duelo con una resignación atípica:
en lugar de obligarse a estar bien, se permitió deprimirse el fin de semana que pasó la separación.
“Respeta tu proceso”
Ésta idea me parece más amable y eficiente que:
“Suelta”.
“Defínete”.
“Fluye”.
“Sé congruente.”
“Atrévete”.
“El 《no》 ya lo tienes”.
“¿Qué es lo peor que podría pasar?”
Al menos, a mí me ocurre qué entre más me obligo a definirme con empezar algo nuevo que me intimida, o con cerrar un ciclo que me pesa en una relación o en un trabajo…
Más me engancho y más pierdo confianza en mi decisión.
Una paciente me contaba de su sobrina…
Tiene 12 años y su mamá le encontró un hueco en el cuero cabelludo…
Al parecer se estaba rascando por ansiedad.
Seguir leyendo Mis miedos infantiles que que creo preocupaciones adultas
Por lo general rechazo emociones que no me hacen sentir cómodo, por ejemplo: la tristeza, el dolor, la confusión y, en particular, la ansiedad.
El reflejo de rechazar es natural si algo lastima, pero la mayoría de las veces, rechazar una emoción, la amplifica.
Una forma amable y más práctica de diluir un sentimiento desagradable implica tomarlo como combustible.