Después de algunas semanas de notar cómo me limitaba cada vez más una tensión en mi cadera, fui con un fisioterapeuta que me recomendó un amigo.
Después de algunas semanas de notar cómo me limitaba cada vez más una tensión en mi cadera, fui con un fisioterapeuta que me recomendó un amigo.
Durante toda mi vida he sentido vergüenza.
El miedo al rechazo, la búsqueda de aprobación, la preocupación por hacer el ridículo se presentan con frecuencia en mi historia.
Al dar terapia descubrí que pelear con una emoción la acentúa.
Y fue liberador descubrir que jugar con la vergüenza puede integrarla, compartirla o volverla una experiencia dulce.
El trámite para llegar a esta conclusión jamás se me hubiera ocurrido: un mameluco.
Me gustó mucho una experiencia que me compartió un paciente acerca de cómo un evento que decepcionaba una expectativa se ocupo como una pequeña vacación.
De vez en cuando nado.
En esas ocasiones trato de tener presente la técnica. No busco distancias, ni esforzarme, sino sentir que patino dentro del agua .