De un tiempo para acá no deja de sorprenderme cómo buscamos controlar las emociones de una manera que no da resultados.
Los pacientes que llegan a terapia tienen la intención de dejar de sentir un malestar (ansiedad, celos, tristeza, vacío…).
Conforme la emoción se vuelve más intensa, más se trata de reprimir. En algunas ocasiones funciona, con sus respectivos desequilibrios y costes, pero la mayoría de las veces no.
Las emociones tienden a ser automáticas y espontáneas. No van de la mano con el control, pero sí con la consciencia.
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