Me doy cuenta que cuando estamos en alguna situación incómoda buscamos, sin darnos cuenta, enojarnos.
Me doy cuenta que cuando estamos en alguna situación incómoda buscamos, sin darnos cuenta, enojarnos.
Creo que es bueno tener intenciones claras y moverse.
Es saludable tener objetivos y dirigirse a ellos.
Pero cuando una emoción es muy intensa y los movimiento son erráticos. Cuando uno siente que no tiene sentido hacer nada porque sólo se incrementa el malestar.
Creo que la opción más saludable es pedir tregua a la vida y rendirse. Dejar de hacer, dejar de pensar, dejar de reclamar, dejar de autocompadecerse, dejar de compararse, y sumergirse en la emoción de ese instante por más desagradable que sea, asumirla.
Me sorprende como hay cosas pequeñas que hacemos todos los días que nos definen. Cosas automáticas, hábitos inconscientes, “detallitos”.
Hay momentos en los que me encuentro hipersensible a la realidad. Amplifico las malas experiencias y me quejo de todo, subestimo las bendiciones y oportunidades y me comparo para minimizarme.
Muchas veces me sorprende como hay personas que hacen magia con poco o nada, construcción de empresas sin tener dinero, recuperación de salud con todo en contra…
No deja de llamarme también la atención, como hay personas que tienen talento, oportunidades, respaldo, y pierden todo…
Anoche platicaba con un paciente y me di cuenta de una experiencia similar que atravesaba y se asemejaba a lo que me compartió en terapia la persona que atendí antes de él.
Estamos programados para luchar, para “echarle ganas”.
Creo que todas las emociones que sentimos tienen un propósito.
Incluso las desagradables, las que se ven mal por la urbanidad.
En varias ocasiones les digo a mis pacientes, que por más psicólogo que sea o por más terapia que tome, individual o de pareja, me gana la humanidad en ocasiones.
Por más psicólogo que sea, siento celos, miedo, inseguridad, me comparo, siento envidia…
Hace un tiempo vi a una persona deprimida.
Dormía, se refugiada en su cama y no quería enfrentar la realidad.
Desde hace tiempo me pregunto porque me resulta ser más sensible a lo negativo, a ver lo malo a “bajonearme”, con más facilidad que a ver las cosas buenas que me rodean.