El siguiente texto es una adaptación de un capítulo de The Bullet Journal Method de Ryder Carroll:
IMPERFECCIÓN
Hay una grieta en cada cosa,
así es como se filtra la luz.
-LEONARD COHEN
Mi pareja estaba pasando un momento complicado, así que decidí prepararle una cita romántica. Conseguí el vino que nos encantaba de nuestro lugar favorito para cenar. El menú consistiría en ñoquis de camote. Nunca los había hecho, pero sabía que ella los adoraría. Además, ¿qué tan difícil podrían ser?
Visto en retrospectiva, bastante.
Todo me salió mal desde el principio, la receta era desconcertante, la intenté varias veces sin conseguir el resultado que esperaba. Conforme las horas pasaban me estresaba más y más, mientras la imagen de la cena perfecta a la luz de las velas, con música suave y ambos perfectamente vestidos se desbarataba de mi imaginación.
Por los pelos acabé. Cuando ella llego y vio la mesa arreglada, soltó su bolsa y se lanzó a mis brazos mientras apretaba su cara fría en mi pecho. Al levantar la mirada para verme, su enorme sonrisa titubeo al preguntarme qué estaba mal.
“Nada”, le contesté, seguro de que tenía el ceño fruncido, mientras me separaba de ella para quitarme el mandil y sacudirme harina de las piernas.
Nos sentamos. Ella asombrada por cómo estaba todo dispuesto, yo, en cambio, pensando en la deficiente preparación de las cosas. No dejaba de devaluar los resultados con la imagen ideal que había trazado mi cabeza.
En realidad, en lo que fallé fue en reconocer que ella estaba encantada con mi atención, ese sesgo terminó por contagiarle mi agobio; eché a perder el ingrediente más importante de nuestra cena: el tiempo juntos. Todo porque quería que todo estuviera perfecto…
La perfección es antinatural y es un concepto que puede causar mucho daño. Digo antinatural, porque no hay nada en el mundo orgánico que se adhiera a nuestra definición de perfección: no hay algo que no siga en constante evolución.
Después de todo, un “perfecto” absoluto no debería cambiar.
Podrás contrargumentar: “¿Qué hay acerca de mi 10 en mi examen de Matemáticas? ¡Es una calificación perfecta!”
Seguro, tus respuestas son correctas, ¿pero qué tanto lo son las preguntas? ¿Cuál es el sentido del examen? ¿Es perfecto para establecer tu desempeño concreto?
No, las evaluaciones son aproximaciones cuando mucho. Hay mucha gente que es sobresaliente en los examenes y tiene un pobres resultados en el mundo real y al revés: hay gente con resultados raquíticos en evaluaciones y un desempeño destacado en lo cotidiano.
Se podría decir que la perfección sólo existe en conceptos intangibles, teorías y creencias que tratan de definir lo ideal, lo permanente, lo divino. ¿Por qué mencionó este punto? Porque la idea de perfección con frecuencia sabotea nuestra habilidad para frenar nuestro potencial.
Somos criaturas maravillosamente imperfectas, y pocas cosas lo demuestran tan claro como la creación de parámetros insostenibles que nos reprimen; tal como nuestras aspiraciones tantas veces guiadas por ideales desorientados para nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestros logros y nuestras relaciones.
Fallar en ser perfecto es la mayor fuente de autodesprecio. Es malgastar tiempo y energía en dejar de progresar. Reforzamos conductas contraproducentes que robustecen a nuestro crítico interior.
La gran distorsión de la alternativa a la perfección es la idea del fracaso. Afortunadamente la vida no es binaria, existe en un espectro. En un extremo está la inalcanzable perfección, mientras que en el otro se encuentra el caos. Toda la belleza que existe en el mundo transita por ese espectro.
En la cultura japonesa existe el término: Wabi-Sabi. Wabi-Sabi define la belleza de algo en su imperfección. En contraste con nuestra óptica occidental, wabi-sabi celebra la trascendencia de las cicatrices y las asimetrías: las grietas de un objeto, las irregularidades de la madera, las hojas sobre una piedra, la salpicadura de la tinta. Refleja la idea budista acerca de hacer las paces con muestra naturaleza falible.
Abrazar nuestra imperfección pone énfasis en evolucionar. Este paradigma interpreta los errores no como minas terrestres, sino como señales que nos indican a dónde nos toca dirigirnos.
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