Tiene bastante que no salgo a la playa, me encanta la arena, el agua, la brisa y la somnolencia que hay en algun lugar al nivel del mar sin la celeridad urbana…
Pero el trámite de organizar viaje y romper la inercia de mi rutina es un reto para mí.
El año pasado, tenía la intención de salir de vacaciones desde agosto. Coticé 3 paquetes y no concreté ninguno.
Para leer, hacer ejercicio, hacer presupuestos, administrar, levantarme temprano, comer bien, no tengo problema, disfruto esos procesos, pero salir de vacaciones…
No es mi fuerte.
En octubre, estaba cansado, con un esguince y una férula, no me sentía mal en realidad, sólo gris. Pensar que aún faltaban 2 meses de al año me agobiaba un poco.
Pero noviembre fue diferente, me di cuenta que no necesitaba ir una semana a un hotel todo incluido en alguna playa o aislarme en una montaña para obtener el beneficio que supongo se busca con la idea de “vacaciones”.
Empecé a hacer cosas, que normalmente no haría por miedo o por flojera y que no son afines, ni a mi historia, ni a mi personalidad.
Y noté un fenómeno muy agradable, se incrementó la disposicion y curiosidad con mis pacientes, leía uno o dos libros a la semana, tenía mucha más energía para cuidar a mi mamá los días que me tocaba verla, empecé a salir y a desvelarme con muchas amistades que tenía tiempo de no ver, incremente los días de ejercicio y hasta bajé 3 kilos de grasa en temporada de fiestas y cenas dándome varios atracones.
Todo por dedicarme 1 hora a la semana de algo diferente que nunca había hecho, que me obligaba a ser presente, a distanciarme de mí y de mis (diría una paciente) preocupaciones de primer mundo.
1 hora de ser egoísta a la semana, de romper mis rutinas, de ser diferente, me daba mucho empuje para lo cotidiano.
No digo que es necesario renunciar a las vacaciones convencionales, pero sí creo que hay múltiples maneras de renovarnos para disfrutar más de nuestra familia o pareja y amistades, para volver a ser creativos en el trabajo, para encontrarle propósito a cosas que hacemos por costumbre, para levantarnos temprano como si esperáramos a los Reyes Magos o a Santa Claus.
Las “microvacaciones” pueden ir desde tomar un café o ir a un lugar que no conoces, o estar con alguien que hace tiempo que no tratas.
Las vacaciones al instante rompen la idea de “todo o nada”, de esperar 15 días de pausa para estar en una playa en Indonesia sin preocuparte o seguir en una rutina frenética que te consume.
Las vacaciones improvisadas son experiencias son momentos, que de entrada te cuestan, pero terminan por resultar renovadores.
Sólo hay un tema con estas vacaciones, no hay manuales, ni opiniones, ni consejos que cuenten; son experiencias a la medida del que las busca, sólo tú por ensayo y error descubrirás cuáles son tus necesidades o curiosidades que, si son satisfechas, le darán mucha frescura a momentos que tratas de controlar, cambiar o eliminar.
¿Cuáles son tus vacaciones que podrías darte en esta semana para incrementar tu disposición con todo lo que te abruma o te resulta monótono?

Me quedo pensando, Doc…
Actualmente (sabes) vengo llegando de esas vacaciones “convencionales” que había postergado casi tanto como pude. Definitivamente me renovaron pero, hablando de esos “respiros” que le doy a mis días, debo confesar que hace aproximadamente dos meses que me las doy de maneras que nunca pensé me harían tanto bien, cambiando la ruta de regreso a casa, yendo a hacer “shopping vanal” (cosa que me cuesta casi igual que salir de la ciudad) comiendo un helado aún que estoy a dieta o como hoy, por ejemplo, jugando Jenga a la hora de la comida godín.
Esta entrada me llegó en el mejor momento.
Gracias, Doc!
¡Me da mucho gusto saber que disfrutaste mucho tus vacaciones convencionales y que tengas tan claras tus mini vacaciones cotidianas Soledad!
¡un abrazo!