Dolor saludable, dolor peligroso.

¿Cómo distingo  el dolor de romper mis patrones y crecer, del dolor que me pide alejarme de algo o protegerme?

Creo que la respuesta no se da tan fácil en tiempo real…

El dolor intenso y poco familiar tiendo a buscar eliminarlo, en lugar de ocuparlo como un criterio de orientación.

La respuesta, me parece, viene del registro de la “cruda”.

El residuo, el regusto que viene posterior al dolor permite  saber si es saludable de evolución en la experiencia, o si es una incomodidad que demanda salir de la ella.

¿Cómo es  la “cruda” posterior a mi dolor?

Es recurrente que después del dolor físico de un entrenamiento viene una satisfacción emocional …

Y después de descansar y asimilar la carga, viene ligereza, fuerza o libertad…

Pero también me ha ocurrido que si no atiendo señales de mi cuerpo y lo empujo sin consciencia para evadir, viene una cruda física, mental y emocional en acabar limitado por esguinces o contracturas…

No acostumbro tomar alcohol, y me ha sorprendido que algunas veces, acompañado de gente que quiero, comer y beber cosas que normalmente me prohibo, me terminan abasteciendo física, mental, emocional y socialmente. Me restauran como contraste de esa falta de estímulos.

Me parece que monitorear las experiencias y ver el resultado, esto es: si hay “cruda”, merma de algo que aprecio, más dolor, sentimiento de traicionarme…

Y ver si hay reincidencias, me  ayuda a ser más considerado con el dolor como un elemento de orientación y desarrollo, más que como un enemigo crónico del que trato de huir por reflejo, pero sin resultado.

Apreciar lo que cuaja después de la experiencia, posibilita reconocer en el dolor un anfitrión a más libertad o un llamado de atención a hacer ajustes y parar para recuperar libertad.

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