Alquimia de un error.

Me gustó mucho una experiencia que me compartió un paciente acerca de cómo un evento que decepcionaba una expectativa se ocupo como una pequeña vacación.

Parte de la evidencia de la vacación.

El contexto:

 

mi paciente  se dedica a fabricar y vender productos médicos.

Envío un pedido a Guadalajara,

el servicio de mensajería no lo entregó  en tiempo, y tampoco había posibilidad de interceptarlo y entregarlo a su destino de otra forma,

de tal modo que cuando por fin llegó, ya no lo querían los clientes.

 

Para evitar una pérdida, ya no sólo de la venta, sino del producto, mi paciente decidió ir a Guadalajara.

 

Cuando me comentó el evento, me asombró  su entusiasmo por considerar esa venta frustrada un pretexto para comer una torta ahogada y un raspado en un par de lugares que le gustan por esas tierras.

 

A la siguiente sesión me platicó que no sólo disfrutó de sus dos objetivos, sino que también, de manejar un coche de lujo a excelente precio para desplazarse y de ir a un restaurante de alta cocina y conocer a un chef que admira.

 

Me asombró y me dejó pensando como un evento que se vería cómo una pérdida, se puede transformar en una experiencia grata al modificar la intención y moverse con curiosidad hacia ella.

 

Trataré de tener presente este testimonio, y ser más pragmático que filosófico,  cuando reaccione a  un resultado que me desencante, al preguntarme:

 

“¿Cómo puedo volver esta experiencia un regalo,  un refugio, una vacación?”

 

Concluyo con las palabras de mi paciente:

“Estos pequeños momentos los encontramos día a día sin darnos cuenta, son refugios para uno mismo y en muchas ocasiones los olvidamos o simplemente no las tenemos presentes: desde un café por la mañana, una canción o siempre buscar un pedacito de felicidad en el día a día.”

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