El cuerpo emocional

Una imagen que me ayuda a gestionar mis emociones para encontrar claridad cuando algo no se siente cómo quisiera, supone en considerar una relación con ellas como con el cuerpo físico.

El cuerpo físico necesita alimentarse.

Lo mismo sucede con nuestro cuerpo emocional.

Éste es un cuerpo que puede echarse un café de miedo, un bizcocho de presión, o una Coca Cola de coraje para obtener energía inmediata de una calidad dudosa a largo plazo que consigue en la tiendita de la esquina de la información en internet o del chisme con los conocidos sin mucha dificultad.

Es un cuerpo que puede nutrirse de sensaciones menos estridentes pero más consistentes a mediano y largo plazo como la gratitud, la satisfacción, la seguridad, la confianza… pero eso implica ir a hacer una despensa con tiempo y dedicación, y aprender a preparar tus alimentos y, si se puede, disfrutar del proceso, o invertirle en hallar a una persona o lugar que te prepare alimentos más saludables.

Nuestro cuerpo emocional, como el físico se inclinará a lo fácil, lo conocido y lo que le brinde desahogo pronto, a veces aprendemos hábitos alimenticios emocionales por tradición familiar, en ocasiones ese mismo legado nos traumatizó con algún alimento en particular, de tal modo que evadimos esa comida, y nos privamos de una diversidad de nutrientes que enriquecerían nuestra historia, personalidad y relaciones.

Se me antoja muy práctica esta analogía del cuerpo y su alimentación, me ayuda a darme cuenta en qué momento me voy a echar una copita de bilis, y hasta aprovecho la hora in-feliz del 2 X 1, o un taquito de presión porque me justifico en que rindo mejor con esa garnacha, o una botanita de culpa cuando me maltrato por sentirme defectuoso o por hacer algo que intuía que no era adecuado.

Creo que a veces empezamos a dimensionar la calidad de nuestros alimentos emocionales cuando ya le llegó una crisis a nuestro cuerpo emocional, un infarto romántico, un cáncer inoperable de ansiedad, una diabetes de confusión…

Me gusta pensar que no necesitamos llegar a callejones sin salida para empezar a saborear alimentos emocionales que quizá no son tan apetecibles a primera vista, que no parecen tan prácticos o convencionales, como una ensalada de calma, o un licuado de introspección, experiencias que desintoxican ese cuerpo emocional al que, como al físico, a veces le cargamos la mano con excesos y mal pasadas que un buen rato toleran, pero terminan cobrando factura.

Digiprove sealCopyright secured by Digiprove © 2021 Arturo Hernández

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *