Desde hace 1 año aprox, me empezó a caer el 20 de que es muy fácil comer de más, comprar de más, entretenerme de más, sobreentrenarme…
Por personalidad, genética y cultura, la tendencia predeterminada es la voracidad, querer más, buscar más, tener más sin detenernos a pensar en umbrales de satisfacción funcionales y concretos afines con nuestro contexto particular.
Ese pensamiento es una constante en mi cabeza, lo que nunca hubiera imaginado es que el dichoso “más”, ha llegado a nuestro elemento básico: la respiración.
El libro Respira de James Nestor, creo que podría condensarse en una frase:
Aspira por la nariz…
lento…
exhala aún más lento…
Y MENOS.
Peco a un grado exagerado de sintético con reducir toda la riqueza del libro a esa idea, pero para propósitos de esta entrada, me intrigó el último punto:
RESPIRA MENOS.
He leído del mininalismo, esencialismo, el ayuno, la simplicidad, pero no había imaginado que esa intención pudiera considerar también a la respiración.
De acuerdo con la propuesta de Nestor, y un montón de referencias incluido su propio testimonio, así como comemos en exceso, también nos oxigenamos en exceso.
Me sorprendió no haber caído considerado que es frecuente hiperventilar; respiramos cada vez más rápido.
Es natural que si queremos acelerar cualquier experiencia, desde la tecnología hasta la comida rápida, nuestra respiración también reciba impacto.
La ansiedad se detona y se mantiene por una respiración apresurada.
El miedo, la preocupación modifican nuestra manera de alimentar nuestra sangre con oxígeno, no sacamos toxinas que se quedan en nuestros pulmones porque tendemos a contener aire sin darnos cuenta, y eso implica múltiples efectos secundarios, desde frenar el metabolismo hasta incrementar riesgos cardiovasculares o mermar nuestra resistencia física aunque hagamos ejercicio…
Una manera muy puntual de reducir este daño que nos genera la celeridad en que vivimos, no importa si respiramos más o menos, me parece que implica empezar a poner atención en cómo respiramos.
Sólo checar si contenemos el aire, si respiramos por la boca, si nos agitamos, si no exhalamos por completo… sólo poner atención a nuestro estilo particular de respiración, empezará a darnos ligereza.
El acceso a lo que en momentos críticos definimos como “querer estar bien”, está muy cerca de nuestro control: inicia por ponerle atención a nuestra nariz.
Y tú, ¿cómo estás respirando en este instante?
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