En las últimas semanas se ha vuelto recurrente un tronido en mi cadera izquierda…
Surge si bailo o si me muevo brusco. No hay dolor, sólo tronido.
Después de un par de días con ese achaque, le comenté a mi maestra de baile, irónico con el miedo a tener alguna lesión, hubo más receptividad en esa clase, mucha más fluidez.
Entonces recuerdo una lección reciente:
que los crujidos, fisuras, gritas, quiebres, son vulnerabilidad y apertura, oxigenar algo que a veces está empolvado o protegido en exceso…
que un tronido no implica una ruptura patológica, sino también algo que se abre y llevaba un ratote clausurado.
Además del reaprendizaje previo, también monitoreo necesidades de mi cuerpo: ese tronido pide soporte…
La flexibilidad se va desarrollando con natación, baile y estiramientos, pero su equilibrio fuerza, pesas o resistencia están “bien, gracias”.
Y ese tronido si bien orea, también solicita empezar a brindarle una estructura más robusta que compense sin rigor, pero sí con certeza, un nuevo umbral de flexibilidad.
Lo físico y el cuerpo me gustan porque son un código que me orienta para mis necesidades en otras áreas de la vida.
Mas que equilibrio veo a dónde desequilibrarme tantito con intención para encontrar el balance del momento.
En general, a mí me falla la flexibilidad y peco de exceso de estructura, por eso también el desconcierto del tronido, de que algo se mueva tanto…
Aprendo a orientarme con esos tronidos que buscan suavidad o respaldo, límites o exploración…
Aprendo que con la nueva flexibilidad, hay tronidos en mis pronósticos y deseos, pero también los hay en mis frustraciones y miedos.
Eso último brinda una libertad intimidante.
Ufff… revelador.
Un nuevo umbral de flexibilidad.
Gracias, Doc… me has dado algo de oxígeno.
¡Gracias por comentar Soledad!
La próxima vez que algo “truene”, observa que se oreó o se suavizó.
Un abrazo!