Ingenuo. Soy muy literal y lento, la mayor parte del tiempo.
Si no me juzgo, esas características eclipsan a mi parte escéptica, “realista”, lógica y cínica… y con algunos libros ese estado provoca magia.
En su momento, y sin planearlo, me topé con 2 libros (o ellos me toparon), me tomé mi tiempo con ellos, los leí con inocencia, los rayé y me dieron una suerte de indicaciones que hicieron la escuela, las relaciones y el ejercicio experiencias muy espontáneas y satisfactorias.
El primer libro fue Los 7 Hábitos del Adolescente Altamente Efectivo, el último año de prepa, de Sean Covey (confieso que no he leído el original que escribió el padre del autor).
El segundo, El Secreto más Grande del Mundo, de Og Mandino al iniciar la universidad. Un ejemplar de los setenta de editorial Diana, que imagino leyó mi tío y esperaba regalarle a alguien. Lo encontré en casa de mi mamá, con sus páginas amarillentas y, sin embargo, impecable, y me acompañó en mi mochila de la universidad o en la de entrenar durante más de un año, hasta casi deshacerse.
Hubo un tercero, La Dieta del Alma de Marianne Williamson, lo “saboreé” en 2021, y me brindó, sin expectativas resultados asombrosos en dieta y ejercicio…
A fines de octubre del año pasado me encontré con la recomendación del libro de la foto: El Camino del Artista de Julia Cameron. Estaba agotado, pero se me apareció a finales de este febrero.
Y como los 3 libros previos, ocurrió un proceso de confrontación amorosa y autodescubrimiento, en una propuesta de 12 semanas que deja inercia) alineadas con escribir por las mañanas.
Es una rehabilitación que permite iluminar cicatrices históricas, vergüenzas, recursos individuales que se menosprecian y mucho juego…
Ya lo sabía, pero no deja de asombrarme lo fácil que es exigirse y juzgarse, y que requiere un trabajo continuo de consciencia y práctica: apapacharse, nutrirse y darle un espacio a la crítica interna para que no empañe tanto la propia voz y felicidad muy particular que se integra con contribución y conexión.
12 semanas para desahogar, explorar, redescubrir, bajarle el volumen a la crítica, despertar los sentidos con comidas, experiencias, preguntas, juguetes, alivios muy personales que saca la un susurro más profundo que hay en uno para que se vuelva guía y placer.
Es un libro bien padre, que resulta lienzo, permiso, orientación y abrazo.
Muy oportuno, si se atraviesa una pérdida o momento obscuro, pues es cuando estamos más abiertos o receptivos.